lunes, 6 de marzo de 2017

VIVIR EN BARCO (entre sueño y pesadilla)


Un día me levanté pensando: ¿Cómo sería vivir de otra manera? La cuestión no fue ¿y si vivo en un barco? sino más bien, vivir de otra forma. Había descartado la motorhome por la poca autonomía energética, líquida, la prohibición de aparcarla “en cualquier lado” y la dependencia de combustible además del espacio interior reducido y el volumen exterior excedido para la mayoría de las ciudades antiguas y paradójicamente con mayor encanto a las que no se puede acceder.




La primera experiencia fue un viejo barco amarrado en el puerto de Lorient, donde viví 3 meses absolutamente inmemorables. De Abril a Junio de 2014. En un ancho no mayor a un pasillo tenía “la cocina”, el “living” y el “baño” sin ducha y sin agua caliente. En el fondo “la cama” triangular en la que no entraba recta y eso era todo. Parecía imposible que fueran “10 metros lineales”. Necesitaba al menos 15 metros y luego entendí que cuanto más largos, más caros de comprar, de mantener y de maniobrar, con lo cual tuve que salir a la búsqueda del barco más ancho posible.




Luego de recorrer toda Francia de norte a sur dos veces, al fin dimos con nuestro ICARE en el sur. Cumplía mis expectativas principales, un living al costado, con espacio libre en el medio para transitar de punta a punta (el 85% de los barcos tienen la mesa en el medio atravesada por el mástil y hay que plegarla para poder ir a la cabina de adelante y contornarse) aunque sin ninguna duda la verdadera joya de este modelo era el tamaño del baño NORMAL. Es muy importante a la hora de elegir el barco saber para qué lo vamos a utilizar en orden de prioridades. ¿Va a ser 50% barco y 50% casa, o más bien 10-90? ¿Va a ser navegación oceánica, costera o fluvial?



Buscábamos una casa flotante que pudiera moverse con nosotros, que fuera cómoda para vivir pero también para navegar de a dos, al menos una vez al mes y que no fuera ni muy vieja ni muy nueva, aunque entre los dos criterios preferíamos más vieja que reciente debido a la calidad de las construcciones y de los materiales de revestimientos.
 


ICARE es un Oceanis 351 del año 1997 dos cabinas, que nos entregaron en Diciembre de 2014 en un estado remarcable. Gracias a una expertise independiente logramos bajar el precio de compra original para no superar los 50 mil euros porque sabíamos que para convertirlo en “casa” íbamos a tener que invertir bastante por encima del costo inicial. Nuestros 10,5metros de largo por 3,8metros de ancho, nos alcanzan en una proporción justa, cuando vivimos dentro soñamos con 2 metros más y cuando hacemos las maniobras de puerto nos vendrían mejor 2 metros menos, así que en otras palabras, estamos conformes.



Estaba en muy buenas condiciones para la edad que tenía, pero jamás había sido “habitado” y nuestro abuso diario le ocasionó roturas lentas pero definitivas en las cañerías de agua, en las bombas de presión, en las tomas eléctricas... tuvimos que cambiar los colchones que no eran en absoluto dignos de ninguna espalda, aunque la única mejora fue conseguir una espuma más espesa, lamentablemente por las formas que tiene las cabinas jamás lograremos meterle un colchón con resortes y eso es un gran problema al día de hoy. Cada pequeña cosa que cambiábamos provenía de casas de náutica específicas a precios delirantes como las sábanas triangulares por ejemplo. Sin embargo lo que más nos preocupaba eran los costos de los puertos, esa es la gran moraleja de la vida en barco, que además de invertir los 50, 80 o 100mil euros iniciales para la compra, hay que pensar en el gasto del “parking” del puerto, que en el sur nos había costado 10mil euros anuales.
 
 

Teníamos la sensación de haber estado alquilando un departamento, pero sin ninguno de los beneficios de vivir en tierra es decir, sin lava ropas, sin lava vajillas, sin duchas largas y sin que el otro pueda pasar inmediatamente atrás a bañarse porque hay que esperar que los 20litros de agua que entran en el “calefón” para barcos, re-calentaran. Sin poder hundirse en un colchón con resortes ni bajarse o subirse de la cama sin tener que agacharse. Sin que salte la luz porque los puertos limitan los Watts y hay que elegir o calentadora de agua, o calefacción, así que te levantas con la frazada de la cama encima, apagas la calefacción y prendes el calentador del agua para poder desayunar. Cuando vamos de visita a la casa de alguien y vemos que efectivamente hay un mundo en el cual la gente puede calentar el agua, tostarse el pan y bañarse en 20 minutos, nos damos cuenta que en el barco el tiempo se mide de otra forma ¡Cómo no envidiar los grifos de la casa donde el agua sale a chorros y sin límite! En el barco hay dos tanques de reserva, con mucha suerte podemos stockear 350 litros, que es casi el consumo diario de una familia pequeña es decir que TODOS LOS DIAS hay que salir a cargar agua, con lluvia, con viento, y si no lo hiciste en el día, tocará a la noche o cuando te estas bañando y de repente se agota.
 
 

Había que abandonar el sur, para lo cual hubo que dedicarle una serie de meses al mantenimiento “barco” o sea, exterior. El tratamiento al plástico envejecido para que no se “oxidara”, el mástil, las velas, las “las ventanas” que filtraban agua y todo el equipamiento de seguridad para salir al mar tranquilos, fusibles, GPS actualizado, mantenimiento del motor... en resumen, otros 10 mil euros que esa vez se vaporizaron en mucho menor tiempo y sin darnos aún ninguna alegría, ni convicción, ni tranquilidad. En este punto evidentemente nos plantemos costos, beneficios, sacrificios y viabilidad del proyecto pero era demasiado tarde para darlo por imposible porque aunque lo fuera, absolutamente nadie nos lo iba a devolver todo lo que habíamos gastado, el trabajo del año y medio invertido dentro era casi imperceptible.
 
 

Dos años completos de trabajo sudado, en los que le dimos tiempo a todo lo que tenía que romperse, para que se rompiera. Dos años de no hacer absolutamente nada más que “construir nuestra casa”. Estuvimos de acuerdo que para vivir en un barco había que trabajar en “las inmediaciones” si fuera posible en el puerto mismo porque habíamos “salvado” de milagro el barco de un principio de incendio en la conexión eléctrica original que detectamos por estar justo en el momento en el que el humo comenzaba a brotar de los enchufes. También nos salvamos de una “inundación” cuando detectamos una cañería pinchada que se disponía a vaciarnos los 350litros de agua de los tanques dentro del barco y finalmente escapamos de una intoxicación asegurada con el ácido de una de las baterías que sin aviso, empezó a evaporarse del compartimento. Es imposible cortar el agua, la electricidad, el gas, ajustar las amarras por si se levanta viento y todo eso, antes de irte al trabajo, porque al regreso lo que encontras es un pedazo de plástico que flota, sin agua caliente, sin calefacción... lo mismo para que los dos tengan que prepararse a la mañana para salir juntos, el simple gesto de “bañarse” les llevaría una hora entre el turno de uno y el del otro. El día que haya un problema, que lo habrá, una cañería, un cable...ninguno va a poder irse tranquilo al trabajo pensando “cuando vuelvo lo arreglo” porque la imagen que los va a perseguir todo el día va a ser la de un mástil flotando en el agua.
 
 

Hace exactamente un año atrás, el 1ro de Marzo de 2016 salimos al océano con la convicción de que teníamos que llegar a Bretaña, lugar donde los amarres costaban la mitad que en el sur y con el doble de puestos de trabajo “náuticos” y así, de un día para el otro, luego de haber pasado un año y medio sin haber navegado ni 5 horas seguidas, nos enfrentamos a un mes y medio de navegación. La cosa es que LO LOGRAMOS. Nuestro ICARE había funcionado muy bien como barco, a pesar del peso excedido que tenía por ser “casa” y la robustez de la construcción compensó nuestra ignorancia en situaciones críticas. Lamentablemente al llegar al puerto de la Trinité no tardamos en constatar la rotura de algunas cosas que no aguantaron las sacudidas de la travesía, pero en un mes pudimos acomodar todo nuevamente.









Por primera vez teníamos un barco en condiciones óptimas para la navegación y para la vida interior. El reto sería aprender a combinar las dos cosas para poder vivir en una “casa” durante 9 meses y movernos en “barco” durante los otros 3, porque una de las cosas más mágicas que tiene la vida a bordo es que vayas a donde vayas, aunque tardes mucho tiempo en llegar y el viaje no sea del todo agradable, cuando llegas, siempre, siempre estás en tu casa y eso para mi hace que absolutamente todo valga la pena.
 
 

En estos momentos estamos aceptando la realidad que nos impone Bretaña, que los días de lluvia se cocina al horno porque no se puede abrir las ventanas, que en invierno es mejor pasar frío a intentar calentar el barco porque la diferencia de temperatura entre el interior y el exterior es tan drástica que genera una LLUVIA INTERNA de condensación y la inmediata invasión de hongos en cada cosa que toque las paredes, ropa, colchón, libros...Sin lugar a dudas el punto más crítico es la llegada del verano por el costo del amarre, incluso en Bretaña los valores van de $900 euros mensuales a $600 en las zonas más al norte (siempre y cuando vivan en un barco de 10metros, a mayor medida, mayor costo). Es cierto que sacando “los derechos de navegación” que se pagan al año, no hay ninguna otra factura que para pagar a excepción del gas que hay que equiparse con una o dos bombonas de $30euros al mes cada una. Por la misma razón que no hay facturas, no hay dirección postal, esto genera ciertos baches a nivel administrativo porque supuestamente es ilegal vivir en el puerto y eso lleva a que la capitainerie comience a inquietarse a partir del noveno mes de estadía. Lo ideal es poder ir de puerto en puerto, pero hay que saber que serán una especie de NN postal.
 
 

Vivir en barco es vivir en soledad, en relativa paz y sobre todo en continua introspección. Los días de lluvia reducen el espacio interno a la mitad, nos sentimos hámster (y sin ruedita) y los días de sol la superficie se triplica, las noches de verano tenemos la terraza más exclusiva del mundo, cenando a luz de la luna, al reflejo del mar, lástima que en verano la gente camina por todos los costados y hay que cerrar cortinas de día y oídos de noche. El resto de los meses se vive normalmente, a excepción de la época de mantenimiento anual que debemos abandonar la casa porque no está permitido “vivir” en los astilleros por el tiempo que duren los trabajos (dependiendo lo que encontramos cuando lo sacamos del agua) unos días o unas semanas.
 
 

¿Recomendaría esta experiencia? - DEPENDE qué tipo de vida tengan o quieran tener.

¿Se puede mejorar la vida en barco? SI. En un mundo ideal tendríamos que poder organizarnos para poder pagar simultáneamente el amarre anual del barco y el alquiler temporal de un departamento amueblado durante los dos meses de invierno para no sufrir los efectos nefastos de la condensación y los dos meses de verano para poder sacarlo del agua y ahorrarnos los costos delirantes, además de que le viene muy bien para evitar la “oxidación”.



¿Es más barato vivir en barco que en departamento/casa?- Definitivamente NO!

¿Volvería a invertir dos, tres años de mi vida para construir un proyecto similar? – SI. Estoy convencida que la vida cuanto más fácil, más aburrida y que el paraíso no existe, ni la perfección, ni la clave mágica. A todo hay que ponerle el cuerpo, el sudor y las lágrimas. Casi todo es posible y sobre todo, mejorable.








1 comentario:

  1. Si, ya veo que no es todo tan bucólico como imagino, pero aún así una forma de vida envidiable!

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