lunes, 3 de febrero de 2014

Curriculum de una escritora afrancesada


Francia es todo lo que se ve en las películas. Hombres elegantes caminando con el baguette bajo el hombro y en la otra mano, la percha del traje recién salido de la tintorería. Mujeres de pelo suelto y vestidos azules abotonados, pedaleando bicicletas antiguas como si fueran el logo en movimiento, de cualquier marca de galletitas.



 

Y uno intenta escribir mientras observa esta Francia autentica, indiferente, orgullosa de su cultura gastronómica donde al mismo tiempo, el restaurante japonés es un pasaje a Tokio sin escalas de encantos ni agregados locales, el restaurante indio, el Taj Mahal en miniatura. En Francia no hay intentos, ni ideas a medio desarrollar. Es todo o nada. Y yo, que odio los grises, me siento Monsieur Michel Jackson.



Atrás de cada cosa, por pequeña que sea, hay una filosofía, un concepto casi siempre cultural y  sin excepción, de calidad suprema. No hay ambigüedades ni pasos demás en los procesos para obtener algo. Se introduce la tarjeta por la ranura, se efectúa el pago al instante y se levanta la barrera. Lo mismo si se quiere comprar el diario, subirse a un colectivo, cargar gasolina o hacer la auto-compra del supermercado. Se llena el carrito, pasa uno mismo los productos delante del scanner, tarjeta, ticket y hasta pronto.  Es el país de la lógica y el sentido común, aplicado al bienestar de una vida ordenada.



 

Pero sin dudas, para un escritor en viaje, lo más importante a la hora de elegir su próximo destino, es saber cuánta superficie cuadrada ocupan las bibliotecas y librerías. En este caso, algunas son más grandes que las tiendas de ropa y existen incluso ciudades donde superan a los cafés por cada esquina. Me pregunto qué tendrá de malo este país, para no sentirme tan obligada a quererlo querer.



Y ni hablar de Bretaña, el punto del plantea donde el mar y el cielo se tocan, se rotan, se funden. Una montaña rusa para los sentidos.
En Bretaña la lluvia es la humedad de cada día. Una especie de spray que renueva el aire y devuelve el Sol al instante, más purificado, más tierno, más ahumado. En estas tierras celtas, se sucede la alquimia de la creación con un toque de rusticidad nórdica, un chorro de bosques verdes, unas gotas de mar indomable y ráfagas de violines furiosos al viento.



Sumado a la cultura francesa de razón y sentido, el escritor lograr crear aquí, un personaje para sí mismo, una identidad, un ambiente, una atmósfera y sobre todo, un buen argumento. Un tipo inestable, insaciable, un eterno inconformista en busca de tiempo alternativo. Un tiempo mental que se desacelera, se detiene y es en esa pausa, donde se dispone a dudar del mundo, con toda su Fe.



Al escritor, no le preocupa saber quién lo lee. Entiende que aquel que se presente frente a una hoja escrita, asumirá en ese instante, todas las consecuencias. La lectura es un acto de complicidad y de espionaje. Hay que descubrir lo que el texto no anuncia y darle voz a los silencios. Y no se trata de cerrar el libro y romper en un aplauso. El escritor no busca el reconocimiento, le basta infectar al otro con el virus de la duda y medicarlo luego con más y más literatura, hasta que la tinta sea la salvación universal.   





Siento que mi escritura se va “afrancesando”, no reemplazo por boinas los puntos de la “i” ni atravieso la “z” con un bigote. Mi mano quiere perderse  bajo los cielos místicos de la Bretaña para crear un mundo dentro de otro y llenarlo de espacios, recorrerlos, modificarlos, hasta dar con un sitio imaginario del que luego, ya no haya que salir.



Francia es una búsqueda. A veces no basta con tener un buen día, ni un buen trabajo, ni una familia linda. Al escritor la vida le parece un absurdo y escribe para escaparse de la realidad, como si se fuera cubriendo de palabras al igual que un hombre lobo en luna llena. Si dejo de buscarme, los colmillos desaparecerían y  mi oficio se esfumaría a través del cuerpo de una dama que saldría a la calle a comprobar que todo sigue igual allí afuera. Alguna noticia del mundo, me ubicaría en tiempo y espacio y me condenaría a soñar cada noche con Bretaña, al otro lado del mar, llena de lunas.




http://youtu.be/zrcNUgYGb-I



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