martes, 25 de marzo de 2014

Diálogo con JAIME SABINES



Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad. Me receto paz y convicción de que nuestros tiempos han acabado.


¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. A decir verdad creo que una semana es demasiado tiempo, las pasiones inexplicables, merecen acciones drasticas. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada. Nos hemos dicho bastante poco y es cierto que ya no hace falta deleitarnos con pretéritos perfectos, cuando se puede acariciar los beneficios de un NUEVO presente verbal.









Haz lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
Aunque yo preferiría liberarlo, como esa paloma que mantuvimos en cautiverio por el simple placer de sentirnos dueños de una paz que soñaba emprender vuelo. No sirve, es cierto. Ni ha servido nada de lo que hemos intentado  y sin embargo, esa palabra que adorabas, el tiempo ha pasado y aquí seguimos, como una continuidad absurda. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Ojalá no logres entender nada. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón. Un panteón merecido, un lugar privilegiado, que no hubiera nunca encontrado sin haberme perdido primero.
 
Gracias. Adiós. Suerte.






viernes, 7 de marzo de 2014

¿Qué quiere leer un lector de crónicas viajeras?




Intento dar ganas de MUNDO, que la gente desempolve valijas, se permitan la aventura y de ser posible, solitaria.

No escribo para contar cómo es Nueva York vista desde la corona de la estatua, ni en dónde conseguir los mejores baguettes de Francia. Escribo para motivar un viaje infinito, de afuera hacia adentro, a veces, sin siquiera salir de casa.

Creo que las mejores experiencias son emocionales, capaces de modificar drásticamente el curso de nuestra vida.

 
 
 



  
No hablo de enfrentarse con leones en medio de un safari, ni de lanzarse en paracaídas desde la cima del Himalaya. Hablo de una caminata en donde te sorprenda una lluvia ventosa y te invite al refugio de un bar cercano. Allí mismo, en la barra, alguien te guarda un asiento y entre un café bienvenido y una estufa de leñas crujientes, las horas te parecen días.

Sale el sol, la ciudad está lista para que la sigas recorriendo pero ya nada te hace mover de aquella butaca, porque no viajamos para sostener la Torre de Pisa en una fotografía perspectivada, viajamos para tumbar el eje de nuestro propio mundo y comprobar que a veces, no es TAN GRAVE desafiar las leyes de gravedad.