Intento dar ganas de MUNDO, que la gente desempolve valijas, se permitan la
aventura y de ser posible, solitaria.
No escribo para contar cómo es Nueva York vista desde la corona de la estatua,
ni en dónde conseguir los mejores baguettes de Francia. Escribo para motivar un
viaje infinito, de afuera hacia adentro, a veces, sin siquiera salir de casa.
Creo que las mejores experiencias son emocionales, capaces de modificar
drásticamente el curso de nuestra vida.
No hablo de enfrentarse con leones en medio de un safari, ni de lanzarse en
paracaídas desde la cima del Himalaya. Hablo de una caminata en donde te
sorprenda una lluvia ventosa y te invite al refugio de un bar cercano. Allí mismo,
en la barra, alguien te guarda un asiento y entre un café bienvenido y una
estufa de leñas crujientes, las horas te parecen días.
Sale el sol, la ciudad está lista para que la sigas recorriendo pero ya
nada te hace mover de aquella butaca, porque no viajamos para sostener la Torre
de Pisa en una fotografía perspectivada, viajamos para tumbar el eje de nuestro
propio mundo y comprobar que a veces, no es TAN GRAVE desafiar las leyes
de gravedad.
Ana el viaje de afuera hacia adentro es el màs maravilloso de todos los viajes, descubrìs cosas que permanecieron a la espera de ser descubiertas.
ResponderEliminarMi escritora favorita ¡¡¡¡¡Excelente superado!!!!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs el viaje que màs esfuerzo nos lleva, muchas veces lo hacemos con placer otras no tanto, pero nos nutrimos del mundo interior.
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