Si no la apoyo contra la pared,
probablemente se incline en dirección al piso hasta acabar desparramada en la
habitación, vencida no tanto por el peso, sino por el tiempo. Están a punto de
quebrarse las ruedas, uno de los broches se partió hace dos años y ya no le
cierra el candado. La miro con dudas, quizá no deba llevarla al próximo viaje
pero es difícil pensar que me subiré a un avión sin ella, luego de quince años
de giras por el mundo.
La fiesta comenzaba cuando la
desempolvaba de abajo de la escalera. Le costaba salir de su sitio apretado,
crujía, se enroscaba, se despedía de las otras, que con algo de envidia
le deseaban buen viaje, quizá preguntándose por qué siempre elegía la misma, si
ellas eran más nuevas, más grandes...jamás se perdió, jamás se abrió, jamás le
sonó una alarma de aduana.
La recuerdo en Disney, custodiando la
carga invaluable de mi diario íntimo, en París, con el cierre semi-explotado
por haber cruzado el atlántico con mi vestido de quince, o en Chicago largando
pelos de zorro por la cremallera, para hacer frente al invierno con mi tapado
de piel. Por Cuba, subida a caballo para atravesar un monte. En Italia, recorriendo
Sicilia en barco y por Roma, un aventón de cinco cuadras en VESPA. En Nueva
York, caminando casi dos kilómetros porque la dueña estaba inspirada y se le
antojó recorrer la city a pie...o la vuelta en limusina por San Francisco, a
pesar de que le tocó ir en el baúl. La recuerdo en Canadá, frente a las
autoridades de frontera que casi la detienen, pero por suerte la de atrás parecía
más regordota. Las 24horas que estuvo en Londres, sin descanso, siguiendo los
pasos de mi obsesión por encontrar la casa TWININGS, dos conexiones de
metro y un paseito por el bus colorado.
Sigo creyendo que el mejor viaje de mi
vida fue por las tierras de Irlanda y ella opina lo mismo, pero si de
complicidad se trata, podría resumir toda nuestra historia con una imagen, a
las once de la noche, luego de que nos cancelaran un vuelo en Madrid, doblando
juntas la esquina hacia el metro en cuyo vagón no había nadie más que
nosotras para bajarnos sin miedo y sin dudas en TIRSO DE MOLINA
y respirar hondo frente a la casa de JOAQUIN y regresando al aeropuerto,
con la mejor anécdota de todo el viaje.
Mi valija se jubila, después
de haber recorrido también MI PAIS en auto, camioneta y
avión...glaciares, sierras, tierra colorada. Desde los 4000mt de la cordillera
hasta el escondite bajo la escalera de casa. Me parte el alma verla rendida y
aunque me jura que está lista, ella y yo sabemos que va a ser nuestro último
viaje juntas. Quizá la entusiasme ir al único rincón del mundo que aún no
conoce, quizá le sorprenda que esta vez, la lleve de la mano el
hombre que va a mi lado y entienda de alguna forma, que es el fin de una era.
Vaaaamos, en-VA(lija)-MOS !!! Ou un beau témoignage de comment "Faire ses valises", à moins que ce ne soient les valises qui, à se faire et à se défaire, quelque part nous fassent et transportent aussi ?!...
ResponderEliminar