domingo, 25 de mayo de 2014

Con las ruedas gastadas de ganas



Si no la apoyo contra la pared, probablemente se incline en dirección al piso hasta acabar desparramada en la habitación, vencida no tanto por el peso, sino por el tiempo. Están a punto de quebrarse las ruedas, uno de los broches se partió hace dos años y ya no le cierra el candado. La miro con dudas, quizá no deba llevarla al próximo viaje pero es difícil pensar que me subiré a un avión sin ella, luego de quince años de giras por el mundo.

 

La fiesta comenzaba cuando la desempolvaba de abajo de la escalera. Le costaba salir de su sitio apretado, crujía, se enroscaba, se despedía de las otras,  que con algo de envidia le deseaban buen viaje, quizá preguntándose por qué siempre elegía la misma, si ellas eran más nuevas, más grandes...jamás se perdió, jamás se abrió, jamás le sonó una alarma de aduana.

 
La recuerdo en Disney, custodiando la carga invaluable de mi diario íntimo, en París, con el cierre semi-explotado por haber cruzado el atlántico con mi vestido de quince, o en Chicago largando pelos de zorro por la cremallera, para hacer frente al invierno con mi tapado de piel. Por Cuba, subida a caballo para atravesar un monte. En Italia, recorriendo Sicilia en barco y por Roma, un aventón de cinco cuadras en VESPA. En Nueva York, caminando casi dos kilómetros porque la dueña estaba inspirada y se le antojó recorrer la city a pie...o la vuelta en limusina por San Francisco, a pesar de que le tocó ir en el baúl. La recuerdo en Canadá, frente a las autoridades de frontera que casi la detienen, pero por suerte la de atrás parecía más regordota. Las 24horas que estuvo en Londres, sin descanso, siguiendo los pasos de mi obsesión por encontrar la casa TWININGS, dos conexiones de metro y un paseito por el bus colorado.

 
Sigo creyendo que el mejor viaje de mi vida fue por las tierras de Irlanda y ella opina lo mismo, pero si de complicidad se trata, podría resumir toda nuestra historia con una imagen, a las once de la noche, luego de que nos cancelaran un vuelo en Madrid, doblando juntas la esquina hacia el metro en cuyo vagón no había nadie más que nosotras para bajarnos sin miedo y sin dudas en TIRSO DE MOLINA y respirar hondo frente a la casa de JOAQUIN y regresando al aeropuerto, con la mejor anécdota de todo el viaje.

 
Mi valija se jubila, después de haber recorrido también MI PAIS en auto, camioneta y avión...glaciares, sierras, tierra colorada. Desde los 4000mt de la cordillera hasta el escondite bajo la escalera de casa. Me parte el alma verla rendida y aunque me jura que está lista, ella y yo sabemos que va a ser nuestro último viaje juntas. Quizá la entusiasme ir al único rincón del mundo que aún no conoce, quizá le sorprenda que esta vez, la lleve de la mano el hombre que va a mi lado y entienda de alguna forma, que es el fin de una era.
 

 


1 comentario:

  1. Vaaaamos, en-VA(lija)-MOS !!! Ou un beau témoignage de comment "Faire ses valises", à moins que ce ne soient les valises qui, à se faire et à se défaire, quelque part nous fassent et transportent aussi ?!...

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