No es la etapa más dura, pero sí la más difícil. Permanecer con ganas de
irme, querer decir sin poder mover la lengua... mirar lejos y seguir viendo la
punta de mi nariz enrojecida.
El camino avanza más perdido que yo y volver es un fracaso igual que seguir
a ciegas. La quietud es la condena, por haber escrito el “mapa” antes
del objetivo.
Recordaré esta etapa de mi vida como la mayor distancia, no por los
17.000km que me separan de casa, sino por las veinte mil leguas de cielo que
aún tengo encima mío, por mucho que intente levantar vuelo.
Encontré mi guerra en pleno paraíso, perfecta emboscada de playas y
corales. Me gustaría saber cuál va a ser la lección de todo esto, aunque ni
gane ni pierda.
Mi mamá siempre decía “El tiempo vale VIDA” y el tiempo que se pierde, es
una especie de suicidio. Estoy mal acostumbrada a encontrar sentidos, reconocer
la diferencia entre esta mañana y la tarde de ayer...pero hace meses que el
tiempo me parece una película desacelerada que por momentos se rebobina.
Recordaré esta etapa de mi vida como el pasado nebuloso de los adictos,
como la etapa esquizofrénica de los ambiciosos, como el año de luto por las
ausencias, empezando por la mía.
El desconsuelo es que los demás, ven la misma nada que veo yo cuando me
miran. Si tuviese otra versión, podría pensar que soy yo la mal pensada.
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