Mi sobrina tiene un año, pero ya voy pensando una respuesta para cuando hágala
pregunta. El día que nació yo estaba cerrando las valijas. Me fui 9 días
después.
Es mentira que la tecnología acorta distancias y tampoco es cierto que si
uno la pasa bien, todo duele menos. Te veo crecer al otro lado de la pantalla y
me pregunto si los que están ahí cerca cambiándote el pañal o atajando todo lo
que tiras al piso, conocen el valor de ese pequeño lujo cotidiano.
Hago una lista. Porque la tía siempre anduvo por todos lados y le costaba
entender que al final había que volver a casa, porque sale más barato vivir
afuera que subirse cada tres meses al primer avión que salga a cualquier lado,
porque en la vida hay una edad para todo y justo el año que vos naciste era mi
edad de partir, porque si me hubiera quedado durmiéndote en mis brazos, no me
hubiera ido nunca.
Sobrina, escribo y borro y tengo miedo de confesarte que hay una sola razón
y que te parezca insuficiente. Perdí algo muy, pero muy importante, como si
fuese tu juguete favorito, sin el que te parece imposible dormir de noche. Imaginate
el mundo sin mamaderas, sin chupetes... sé que crees que nunca va a pasar pero
pasa.
El problema es que se me desapareció de entre las manos, como cuando te
queda un pedacito de jabón y se va perdiendo abajo del agua y vos queres
guardar un poquito para más tarde, pero no tenes forma de unirlo de nuevo.
No puedo aceptar, no puedo entender, no puedo vivir sin recordar día a día
esos últimos momentos y la distancia no borra la memoria, así que al final no
sé por qué me fui, como tampoco sé por qué lo perdí ni por qué lo busco
todavía. Lo único que sé, es que vos tenes un añito y no entendes nada de lo
que te quiero decir, así que voy a esperar al día en el que te puedas ir a dormir
sin tu juguete favorito, a ver si me podes enseñar cómo se hace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario