domingo, 14 de septiembre de 2014

Buscamos nuestro barco....



Buscamos nuestro barco como quien busca el paraíso, sin mucha idea de cómo es, ni dónde está, pero con la certeza de que existe.

 

Más que un barco buscamos una vida. Una razón para justificar lo que creemos, lo que queremos.

 

Soy consciente de que si hubiésemos tenido otro sueño como el de una casa en una ciudad amable, o quizá un hijo, estaríamos mucho más cerca de lograrlo, pero se nos dio por querer absolutamente lo contrario.

 

Solo de a ratos, cuando decidimos tomar consciencia de nuestra osadía extrema, aceptamos la demora y la impaciencia.

Buscamos nuestro barco como quien reclama su origen entre los papeles de migraciones, como el que teje rama a rama su árbol genealógico, queremos romper con las fronteras del mundo, ser de todos lados, de ninguno. Nuestra declaración de independencia contra los sistemas conocidos y por conocer. Hacer las mismas cosas que hace todo el mundo, en otros tiempos, con otras ganas y desde otro lugar.

 

Cambiar el reloj de pulsera por el barómetro, los noticieros de guerras por los pronósticos. Cambiar la oficina, el supermercado amigo, la cama, la ducha, las millas fidelidad. Cambiar el eje de equilibrio, por diez metros de aluminio portante, un ancla y dos velas.


 
 
 
 




Buscamos nuestro barco, de la misma forma que nos encontramos el uno al otro, discriminando punto a punto todas nuestras pretensiones, reduciendo más y más los candidatos. Sin intención de demorarnos en la virtualidad de encantos que pocas veces se sostienen en la realidad, con la urgencia de tomarnos un primer café, azaroso, intencional, definitivo. 

 

Y mientras tanto desandamos las rutas costeras, divisando de lejos los puertos. A nuestros costados siguen en pie las casas de cuentos de praderas, típicas de la Bretaña Francesa, pero ya no nos dan envidia, porque sabemos que la nuestra, va a ser mucho más liguera.








miércoles, 10 de septiembre de 2014

REGLA del "Oso Idiota"





Jorge Bucay plantea lo siguiente:

 

Si quiere algo: Obténgalo

Si no puede obtenerlo: Sustitúyalo

Si no puede sustituirlo: Olvídelo

De otra manera usted es un Idiota.

 

Si me esforzara por dar un porcentaje, podría decir que he obtenido lo que he querido un 50% de las veces, lo he logrado sustituir un 40% y me he resignado al olvido de un 10%, que sin embargo me ha calado más profundo que la felicidad de cualquier otro logro.

 

Visto así, me nace cierta felicidad por compromiso pero lo cierto es que en estos momentos estoy nuevamente en la búsqueda de algo y se renueva en mí toda la angustia de no saber con qué podré sustituirlo en caso de no obtenerlo y sobre todo, cómo superar otro olvido lamentable.








Envidio al perfecto IDIOTA que ni obtiene ni sustituye ni olvida. La vida sería tan imposible como maravillosa. Levantarse de la cama sin la más mínima idea de cómo va a seguir el día, desconectarse totalmente de nosotros mismos y de las circunstancias. Ser una especie de sombra, ni causa ni efecto. No reparar en lo que nos falta, no especular, no medir, no pedir, no comparar, de ser posible no entender.

 

Se imaginan la cantidad de angustias que nos ahorraríamos, sería magnífico dejar de buscar sustitutos o consuelos para las cosas que no están a nuestro alcance inmediato. Dejar de frustrarse, de conformarse, de negociar. Quitarle la aceleración al mundo, la gravedad...andar por la vida dando saltos perdidos, pisando en cada esquina un pedazo de Luna. Ser una masa de idiotas felices que no saben que lo son, medios perdidos, medios encontrados. Y respirar, porque si no se terminó el mundo todavía, quizá gire otra vez mañana.



 

viernes, 5 de septiembre de 2014

MONOPOLY


En una librería en Nueva Zelanda, rodeada de títulos interesantes y con tanto país afuera que me reclama, lamento no poder dedicarme a ninguno de los dos, ni al turismo ni a la lectura, a pesar de haber dicho alguna vez, que era lo único que quería hacer en mi vida futura, viajar, leer y con suerte, escribir.

 

El problema es mi vida futura, que se demora más de la cuenta, como si fuera un futuro pluscuamperfecto. Las agujas filosas del reloj que cuelga de mi muñeca me devuelven a la vida en medio de una clase de matemática eterna, que se come el recreo a propósito, mientras el pizarrón se llena de más y más logaritmos.

 

"Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una" (Voltaire)

 

Sé que mi barco está en algún lado ahí afuera, pero por momentos me parece una especie de ejemplo antagónico puro, tener que darle tantas vueltas al proceso de simplificación. A veces no entiendo por qué cuesta tanto, si lo que quiero tener es prácticamente nada: un barco, el mar, el viento... ¿Cómo es posible que sea más difícil despojarse de las cosas, que conseguirlas? Y aún peor, que sea más difícil que las cosas te suelten... a soltarlas. Parece imposible dormir sin hacer check-in en algún sitio, vestirse sin vaciar una valija, comer sin abrir una lata.

Quizá los libros que me rodean, tengan escrita la clave que busco, pero afuera sigue Nueva Zelanda, exigiendo que no me queje, que para pasarla mal, hay peores lugares. Y todo suena tan teórico e irrefutable que no me queda más que tragar saliva y seguir pagandole a la banca, los intereses por las vueltas demás que le estoy dando al MONOPOLY, mientras espero caer en la casilla de “has perdido todo” para al fin, ganar el juego.